El Banquete de Rosario

Post date: Jun 23, 2018 7:31:18 PM

por Bruno Menarvino (Publicación original 01/03/2013)

"Somos lo que comemos" aseguraba desde su tapa un best seller en la vidriera de la librería local. Lo leí al pasar hace unos días, camino al supermercado, y en ese momento, recuerdo, sonreí. No estoy seguro, en cambio, por qué sonreí: ¿habré rememorado las milanesas-fritas-sequitas más-ricas-del-mundo que mi madre cocinaba cuando chicos?, ¿por la listita de alimentos hecha en el dorso de una factura cara de celular?, ¿por el libro The China Study que me prestaron hace unos días y desde entonces resuena?, ¿por los sobrecitos de harina de lino de casa, o por las hamburguesas de quínoa que ahora devoro pero antes ni bocado?. O quizás todo esto lo pienso ahora que lo escribo. Para el caso, es casi lo mismo.

Es que también pienso, y por eso empecé por acá, en los alimentos del encuentro de Rosario. El jueves, cuando trabajamos en la Universidad sobre indicadores, y el viernes en el 3er Encuentro de Comunicadores Estratégicos. Recuerdo y saboreo otra vez. Las galletitas de Sandra. Los postres que mandó Evelyn. La torta de Mariana. Las galletitas que llevó Luciana. Las otras comidas sin nombres propios. Los bizcochuelos. Las tartitas de vegetales. Los mates, los tecitos y el café. El cedrón. Colores, formas, texturas, combinaciones, perfumes, ingredientes y sabores. Y me relamo otra vez.

En mi trabajo no pasa, me doy cuenta ahora. No, no pasa. En las reuniones de mi trabajo siempre hay empanadas. Y a veces falta comida, cuando hace las compras quien se dedica a mirar de cerca el presupuesto. Y otras sobra comida, cuando pagamos entre todos y hacemos el cálculo rápido, un traete tres docenas a coro, porque a la comida hay que definirla para seguir sacándole brillo a la productividad y la eficiencia, como héroes modernos que somos. En mi trabajo.

Y parece una diferencia gruesa pero se me antoja sutil. Una diferencia que emerge como parte del ritmo y tono de las coordinaciones en uno y otro espacio.

El 3er Encuentro de Comunicadores Estratégicos, el primero para mí, fue un banquete multicolor donde todos nos servimos y nada sobró. Un fundirse en un todo común que borró límites de posesión e individualidad. Una fractalidad que nos atrapó y en la que nos quedamos porque nos enriquece sabernos en tránsito. Un banquete compartido en la diversidad, con pedacitos de cada uno, de lo amasado, mezclado, cocinado, buscado, arrimado. Un picnic auto-organizado del que nos servimos en confianza y con alegría, como si quisiéramos llevarnos adentro un pedacito de los demás.

Y quizás se trate un poco de eso. De llegar unos e irnos otros. Transformarnos.

Hoy, cuando pasaron los grados de fiebre con los que desperté, leí un rato a Maturana, que escribe: “El pensamiento matríztico (...) tiene lugar en un trasfondo de conciencia que la interconectividad de toda la existencia, y por lo tanto, no puede sino vivirse continuamente en el entendimiento implícito de que todas las acciones humanas tienen siempre consecuencia en la totalidad de la existencia”. Vuelvo al título del libro del comienzo y recompongo: en Rosario cocinamos para compartir, y compartimos para ser otros. Salud!.